jueves, 30 de abril de 2009

El reconocimiento del jóven, el abandono y la barra

La mala organización y planeación educativa, la noción popular y errada de adolescencia que considera a los jóvenes como organismos que sólo generan conflictos, una sociedad con diferencias sociales muy marcadas que hacen de los sectores menos favorecidos las cloacas de cuanta problemática social hay, son sólo unas cuantas de las causas que marginan al individuo entre los catorce y veinticinco años de los pocos procesos estatales y comunales que le permitan crear para su vida un sentido socialmente aceptable.

Es así como el adolescente, en su afán natural de generar una identidad que valide su presencia en este mundo, empieza a buscar, con asomos de desespero, ese algo con lo cual identificarse, crecer y hasta defender. En ese proceso de búsqueda se topa con individuos que al igual que él se sienten excluídos de todo sistema social, a causa del abandono estatal del que han sido víctimas desde su niñez, y se empiezan a conglomerar en las denominadas “Tribus Urbanas” que para ellos se convierten en los espacios en los que pueden desarrollarse a plenitud, sin diferenciación de sexo, raza o estrato, conquistado allí de una u otra forma el reconocimiento que la sociedad les negó.

El estadio de fútbol abrió sus puertas a varios de estos grupos de jóvenes olvidados que encontraron en las tribunas populares de dichos campos deportivos el asilo perfecto que les permitiría, organizados bajo la denominación de “Barras” alcanzar esa identidad que buscaban con tanto ahínco y ese reconocimiento por fortalecerse como grupo.

Por otro lado, Andres Recaesens, sociólogo de la Universidad de Chile los distingue de los otros dos actantes asistentes a un partido de fútbol que son: “los hinchas que se identifican con un equipo en particular y los espectadores para los que el fútbol es tan sólo un espectáculo deportivo mientras que los barristas defienden, a muerte si es necesario, los símbolos de la institución a la cual siguen tales como el escudo, el color de la camiseta y la cancha donde juegan como locales, acentuándose así algunos particularismos que permiten identificar a las Barras Bravas como entes culturales definidos y no como puñados de jóvenes sin control alguno”

Además de lo anterior, el objetivo de las barras es hacerle sentir a los equipos que hay gente que los sigue y por ello exigir, por medio de cantos , resultados positivos que les permita afianzar hacia un reconocimiento más alto por parte de los medios de comunicación y sociedad en general, haciéndose ver como la combinación del éxito: la mejor barra con las más destacadas salidas, mayor cantidad de banderas, rollos, extintores junto al club con los resultados más sobresalientes a lo largo del torneo que esté en curso; pero como el nivel de un equipo de fútbol no es siempre el mejor existen, para la barra o se han generado otros medios para la obtención de la tan anhelada fama y el glorioso reconocimiento, entre esos métodos está el uso de la violencia, bastante estigmatizada por los medios de comunicación pero que en la mayoría de los casos está impulsada por el morbo de ellos mismos. Evento que entenderá líneas más abajo.

Ahora, para hablar de la violencia en la barra brava es necesario anotar que en un ambiente tribunero o en cualquier campo de interacción intenso de masas un estado emocional se propaga fácilmente, es decir un fuerte emoción se propagará a cientos y hasta miles de asistentes que contagiados por el estímulo (euforia propiciada por ejemplo por una pequeña contienda que puede terminar en una batalla campal) desencadenan actos violentos, haciendo honor al conocido refrán : “¿pa´dónde va Vicente? pa´donde va la gente”. Aparte de situaciones como el juego sucio, el resultado del partido y la fuerza pública que se ha convertido en un enemigo común de todas las barras dado el maltrato al que los barristas se ven sometidos. Es importante aclarar que dentro del conflicto que se presenta en las barras hay dos componentes desencadenantes que permiten aclarar muchos de sus comportamientos y no quedar en simples apreciaciones a la hora de evaluar sus actos. Uno es el choque de pasiones antagonistas con barras contrarias por el simple hecho de representar diferentes intereses y el otro la manipulación de los medios de comunicación de masas, que como lo rescata Recaesens en su Diagnóstico Antropológico a las Barras Bravas “los medios sólo buscan estimular la atención del público generando una serie de sentimientos…”. Sentimientos y reacciones generadas que comprenderemos en los siguientes párrafos.

Por un lado cada barra se constituye como monolítica e indivisa para poder entenderse a sí misma como una totalidad exclusiva, es decir, excluyente de las otras barras que vendrían siendo los enemigos, punto de partida para conflictos con otros movimientos juveniles del mismo tipo, evento que desintegra aún más la sociedad debido a una especie de narcisismo que genera cada agrupación provocando más violencia y choques de pasiones divergentes. Por otro lado, los medios bombardean al público con comentarios insinuosos sobre cada equipo del partido próximo a jugarse “provocando la discusión apasionada entre personas interesadas en el partido a disputarse, es sin duda uno de los objetivos de la publicidad que se hace de éste. Es preciso provocar tales rondas de conversaciones entre oyentes y espectadores potenciales, sobre todo con incitaciones de tipo emocional para los auditorios de orientación recreativa. Y mientras más efectivas son resultan más efectivas con auditorios jóvenes que son los más vulnerables a las orientaciones acentuadamente emocionales”. Es así como los medios intervienen y aumentan la tensión entre los barristas seguidores de cada uno de los bandos participantes de los cotejos futuros a disputarse provocando choques no sólo en las canchas, sino en los barrios extendiendo el conflicto a otras zonas, todo eso previo y durante el encuentro . Además de generar violencia de esa manera los medios satanizan los actos de las barras, ese amarillismo mediático se convierte en el trampolín perfecto para que esas agrupaciones tengan un reconocimiento que no reciben ni en sus comunidades y menos en muchas de sus familias , así sea por estos medios socialmente mal vistos.

Pero ese reconocimiento que se quiere alcanzar no sólo se busca por medio de la violencia, también se hace por medio del evento más importante, la fiesta que se hace en la tribuna, los cantos, los trapos, las coloridas bienvenidas a sus equipos cuando con la camiseta puesta saltan a la cancha, los espectáculos pirotécnicos completamente autogestionados por los miembros de la barra y seguir al club en la cancha donde esté así sea necesario cruzar fronteras, son entonces los medios más eficientes para afianzar su identidad y convertirse en el espectáculo y centro de atención de personas, que tal vez, allá afuera ni siquiera los vean y los sientan como alguien en la sociedad , es sólo la cancha el lugar el lugar donde se les otorga una significación , lo que para ellos es una victoria que los ata cada vez más y más a esa pasión, haciendo del estadio el único lugar donde no se sienten excluidos y que les genera una verdadera motivación.

Es notable, con lo visto hasta ahora, lo vulnerable que es esa juventud que ha sido olvidada en cierta parte por los gobiernos y sus comunidades, lo fácil que es de condicionar, característica generacional que bien conducida haría de los jóvenes importantes actantes de las comunidades en las que habitan , pero como eso no pasa dirigen todas sus energías y emociones a la barra brava y a a su equipo, y no le estoy restando importancia a su grupo juvenil, sino por el contrario, ese medio podría ser utilizado para erradicar la violencia y por qué no disminuir los niveles de consumo de drogas y alcohol provocando cambios sociales evidentes desde su campo de acción.

El descontento por el abandono al que están sometidos los envía a buscar el reconocimiento a toda costa, evento que hay que empezar a hacer más útil, hacer de los jóvenes un grupo de edad importante que produzca demás de fiestas en las canchas importantes cambios y avances en la sociedad.

Además, erradicar el narcisismo de cada barra e impulsar el reconocimiento de los otros grupos como entes igualmente validos y disminuir entonces los índices de violencia por los choques de pasiones antagonistas y reduciendo así el accionar manipulador de los medios.

En conclusión la juventud no es más que un ente potencial para el cambio social, con amplías energías para ello pero que por abandono estatal no se materializa. Así mismo, buscar la solución de las problemáticas no acabando las barras ni generando reglamentaciones que coarten el libre desarrollo de la personalidad ni el uso de expresiones culturales diferentes de la corriente política de momento sino sabiendo encausar el aguante y las fuerzas de la juventud, y que ese encause no signifique el aumento de la represión sino en saber utilizar esas agru-pasiones en pro de la misma sociedad que los marginó, empezar a generar una cultura de barrismo social aplicado que actué no sólo en función del equipo que alimenta sus sentimientos, sino por sus propios compañeros con problemas serios de uso de drogas o delincuencia. El método habrá que estudiarlo y deberá ser responsabilidad del estado que en un trabajo mancomunado junto a las organizaciones o fundaciones de barras produzcan documentos que afiancen los trabajos a favor de los grupos de jóvenes organizados como las barras; por ahora hay algo seguro y evidente y es que las barras son un foco potencial de posibles futuras soluciones y que esos miles de jóvenes olvidados, dependiendo del manejo que se les de, y manejo no es manipulación sino respeto por su cultura y opciones de acción dentro de la sociedad, representan o representarán cambios notables en nuestra sociedad y recalco, la solución no es acabar con las tribus urbanas porque qué sería de sus integrantes, que son muchísimos, sin su razón de ser.

¡Unidad en la diversidad y respeto por los grupos de edad!

Momia - Disturbio Rojo Bucaramanga

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